Custom Development
16 abril 2025
Durante años, las organizaciones han repetido como mantra la necesidad de alinear los departamentos de IT con los objetivos del negocio. No es una moda, ni un reto nuevo. Pero sí ha cobrado una dimensión diferente en un momento histórico marcado por la aceleración tecnológica, la presión por innovar y el imperativo de generar valor tangible en plazos cada vez más cortos. Lo que antes era deseable, hoy es indispensable.
La tecnología ya no es un soporte, ni un habilitador: se ha convertido en uno de los motores fundamentales de la transformación empresarial. Las decisiones estratégicas ya no se pueden tomar sin considerar las implicaciones tecnológicas. Y al mismo tiempo, la tecnología ya no puede evolucionar de espaldas al negocio. La alineación entre ambos mundos no puede ser solo una declaración de intenciones, sino una práctica activa, estructurada y medible.
En este contexto, se identifican cuatro grandes ejes que deben abordarse de forma sistemática: la comunicación, el impacto financiero, el time to market y la adopción y operación de las soluciones. Solo trabajando sobre estos cuatro pilares se puede garantizar que la aportación de valor de IT sea visible, relevante y sostenible en el tiempo.
El primer gran pilar es la comunicación. No se trata únicamente de mantener reuniones entre equipos o compartir documentación. La comunicación eficaz es la que permite que IT entienda con precisión cuáles son las necesidades reales del negocio y cómo puede contribuir a resolverlas. Para ello, es imprescindible que negocio e IT trabajen como un solo equipo.
El punto de partida es el conocimiento profundo de la estrategia de negocio. IT debe saber qué objetivos persigue la compañía, en qué vectores se quiere diferenciar, cuáles son sus prioridades y sus limitaciones. Esta transparencia es clave para poder diseñar soluciones tecnológicas alineadas con la dirección estratégica.
Una vez establecida esta base común, es fundamental co-crear soluciones desde las primeras fases. Aquí, metodologías como Design Thinking permiten construir una visión compartida del problema y de la solución, combinando el conocimiento funcional del negocio con la capacidad técnica de IT.
También resultan muy valiosas las iniciativas de assessment previas a la conceptualización, que permiten identificar las brechas existentes, las necesidades latentes y las prioridades reales a la hora de definir una solución tecnológica. De esta forma, se reducen los errores de diseño y se incrementa la efectividad del desarrollo.
En este mismo eje de comunicación, las estructuras organizativas juegan un papel clave. La implementación de figuras como los Product Owners, que actúan como puente entre los mundos funcional y técnico, es cada vez más habitual y necesaria. Del mismo modo, estructuras como los Centros de Excelencia (COE), especialmente dentro de modelos tipo Hub & Spoke, permiten centralizar capacidades técnicas avanzadas mientras se descentralizan recursos tecnológicos específicos dentro de las unidades de negocio. Así se logra una mayor eficiencia técnica sin perder el alineamiento con las necesidades particulares de cada área.
Por último, para que la comunicación sea útil, debe traducirse en resultados. Y para ello, es imprescindible establecer indicadores claros y compartidos que permitan evaluar el grado de cobertura de las necesidades del negocio, el cumplimiento de los objetivos y el valor aportado por las soluciones implementadas.
El segundo eje es el financiero. Muchas veces, uno de los mayores retos de los responsables de IT es justificar las inversiones tecnológicas ante la dirección. Alinearse con el negocio implica también hablar su mismo lenguaje: el del valor, el retorno y la sostenibilidad financiera.
La primera herramienta clave es la gestión transparente del business case. Evaluar adecuadamente la inversión inicial, los costes de operación, los riesgos asociados y, sobre todo, el retorno esperado es fundamental para tomar decisiones informadas y generar confianza en la inversión tecnológica.
Además, en un entorno de costes crecientes —sobre todo en el ámbito cloud—, cobra cada vez más importancia la disciplina FINOPS, que permite optimizar el uso de los recursos tecnológicos, reducir el desperdicio y ajustar los costes a la evolución real del negocio.
Otro enfoque relevante es el uso de modelos Agile, que permiten construir soluciones de forma progresiva, generando valor desde fases tempranas y permitiendo que la inversión evolucione a la par que el desarrollo del producto. Este enfoque no solo reduce riesgos, sino que mejora la visibilidad del retorno a lo largo del tiempo.
Nuestra capacidad de ofrecer respuestas end-to-end, que abarquen desde la capa funcional hasta la infraestructura y la seguridad, es clave para tener una visión 360º de los costes asociados y de las decisiones que deben tomarse.
El tercer gran eje es el del Time to Market. El negocio necesita soluciones a un ritmo que muchas veces choca con los tiempos de desarrollo tradicionales. Y aquí es donde IT debe transformarse para convertirse en un aliado ágil, adaptable y proactivo.
Uno de los grandes desafíos es gestionar la diferencia de velocidades entre lo que demanda el negocio, lo que permite la tecnología y lo que puede realmente adoptar la organización. Para ello, es necesario aplicar modelos de entrega flexibles, capaces de adaptarse a distintos grados de madurez y definición del producto.
Opciones como el despliegue faseado, los MVPs o los modelos Agile abiertos permiten ir entregando valor de forma continua, aun cuando la necesidad no esté completamente definida o evolucionará con el tiempo.
Pero la velocidad sin control puede ser contraproducente. Por eso, es clave contar con una gestión profesional del proyecto o servicio, liderada por figuras como el PMO o el Service Manager, que aseguren un seguimiento riguroso, una coordinación fluida y una entrega eficaz.
Además, los modelos de eficiencia deben apoyarse en herramientas y metodologías que realmente reduzcan los plazos de entrega. Aquí destacan los modelos DevOps, la incorporación de automatización en fases críticas como testing o migración, y cada vez más, la integración de IA en los procesos de desarrollo, aportando agilidad sin comprometer la calidad.
Y como en los otros ejes, la clave del éxito está en la gestión continua, transparente y conjunta con el cliente, asegurando que los avances tecnológicos van siempre alineados con la evolución del negocio.
La tecnología solo tiene impacto si se utiliza. Por eso, el cuarto eje es el de la adopción y operación. Muchas soluciones fracasan no por problemas técnicos, sino porque no se integran de forma natural en el día a día de los usuarios. La madurez de la organización para adoptar nuevas tecnologías es un factor crítico de éxito.
Para facilitar esta adopción, es fundamental diseñar procesos de formación y acompañamiento que cubran todo el ciclo de vida de la solución. No basta con formar al inicio: es necesario acompañar en la evolución del uso, resolver dudas, adaptar procesos y generar confianza en el cambio.
Los modelos de gobierno y de entrega también son fundamentales. En función del tipo de solución, se pueden desplegar frameworks de gobierno como ITIL o COBIT , estructuras de delivery eficiente como un COE o factorías, y modelos de servicio y soporte tipo AMS, que aseguren una correcta gestión del servicio, su evolución y su sostenibilidad operativa.
Y por supuesto, hay que considerar el factor humano. Aunque la gestión del cambio es responsabilidad última del cliente, IT debe actuar como socio activo en este proceso. Acompañar a los equipos afectados por la nueva solución, entender sus inquietudes, involucrarlos en la implementación, y convertirlos en embajadores del cambio puede marcar la diferencia entre el éxito o el rechazo.
Cuando hablamos con responsables de IT, emergen algunos retos comunes: la dificultad para justificar inversiones, la presión por innovar sin casos de uso claros, la madurez desigual dentro de la organización, los silos difíciles de integrar, la diferencia de ritmos entre negocio, tecnología y adopción, y la escasez de talento especializado.
Estos retos no desaparecerán, pero sí pueden ser gestionados si se cuenta con un enfoque estructurado y una relación de confianza entre IT y negocio.
Mirando al futuro, tres grandes tendencias marcarán el rumbo:
Todo esto solo es posible si se construye una relación sólida entre los proveedores de soluciones tecnológicas y sus clientes. Una relación basada en la confianza, la transparencia y el compromiso compartido.
Desde nuestra experiencia, este modelo implica:
Porque alinear IT con el negocio no es un proyecto, ni una metodología. Es una forma de entender la relación entre tecnología y estrategia, entre innovación y valor. Y en ese entendimiento compartido reside la verdadera capacidad de transformación de una organización.
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